Vayas a donde vayas, emitís una frecuencia, y esa frecuencia es electromagnética. Un poco sale de tu cuerpo y otro poco está conectada a la polaridad de la tierra.
Estamos todos acá enchufados a 220 cuando nuestro cuerpo humano funciona normalmente a 80 watts.
Si vivís en la ciudad tu campo electromagnético, ese magma eléctrico invisible para la mayoría de nosotrxs, que te rodea y del que “respiran”tu chakras, alimentando tu energía sutil, tan importante como el oxígeno y la sangre, se encuentra comprometido, está siendo alterado y bombardeado continuamente.
Señales de celular, compu, antenas de celu. Cuando viajás en subte o bondi, tu campo es bombardeado por todas las señales de todos los celus que hay cerca, más los transformadores gigantes que hay en las estaciones.
En casa por la heladera, tele, módem. Mientras dormís el celu que dejás prendido para que suene el despertador.
De esta forma tu campo electromagnético, nunca está en paz. El campo electro es como el aura, una especie de placenta energética de donde nos nutrimos y respiramos. Por eso nos afecta energéticamente muchas veces la mera presencia de ciertas personas, para bien o para mal, nos afecta el “mal de ojo” y cosas similares. Las emanaciones de frecuencias más bajas o más altas a la nuestra nos afecta.
En estos tiempos de intensa velocidad de la experiencia humana, y donde la sensación queda relegada a un segundo plano (mientras que el bombardeo constante de los sentidos se afianza a cada momento), utilizamos estos dispositivos de manera personalizada como intensificadores de la propia sensación: solo un poco de contacto con las manos puede activarnos un grado mayor de nuestras sensaciones físicas y registro corporal interno, armonizando y haciendo más fuerte nuestro campo energético (y la conexión con toda nuestra experiencia interna).